SU
HISTORIA |
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Entrada
al colegio |
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Entrada
de Laura al colegio y encuentro con su director espiritual
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Enterada
doña Mercedes de la existencia del colegio para niñas,
que funcionaba desde hacía un año, llevó a
inscribirse a sus dos hijas. La ficha de inscripción dice:
“Junín, enero 21 – 1900.
Julia Amanda Vicuña, de seis años; Laura del Carmen
Vicuña, de nueve años; chilenas; padres Domingo y
Mercedes Pino, chilenos. Pagan 15 pesos mensuales cada una”.
A pesar de la separación de su madre, la entrada al colegio
fue para Laura una gran alegría.
Aquí
pasaría cuatro años exactos hasta su muerte,
el 22 de enero
de 1904, breve tiempo que le bastó para alcanzar la santidad.
Ese primer año, Laura es descrita así: cara redonda,
piel rosada, ojos oscuros, pelo castaño, crespo, no muy tupido,
aspecto ingenuo,
actitud distinguida y señorial.
Según doña Mercedes, Laura reproducía los rasgos
de su padre.
Al presentar a Laura al colegio, dice de ella: “No me
ha dado nunca
un disgusto. Desde pequeña, ha sido siempre obediente y sumisa”.
No se puede decir que Laura era ya una pequeña Santa.
Le faltaba, entre otros, el concepto de perfección, además
no se había acercado todavía a los Sacramentos, que
dan a los adolescentes la fuerza y la energía para luchar
contra las pasiones y alejarse del mal, pero por naturaleza era
de carácter suave y de temperamento inclinado
a la virtud.
“A pesar, dirá Sor Azócar, de que
apenas sabía leer, escribir y un poco de oración,
ya los ojos expertos y escrutadores de
la directora descubrían en Laura un alma sedienta
de Dios”.
Por su parte, la Madre Piai declara: “Desde los primeros
días de colegio, se notó en Laura un juicio superior
a su edad, y una verdadera inclinación a
la piedad.
Su corazón inocente no encontraba paz y quietud sino en las
cosas de Dios, y su devoción, aunque se tratara de una niña,
era seria, sin afectación ni ningún
tipo de exageración”.
Desde el 21 de enero de 1900 hasta el 1 de abril del mismo año,
fecha en que empezó el año escolar, las hermanas Vicuña
convivieron solas con las hermanas.
Ese año llegaron desde Chile la hermana italiana Luisa Grassi,
la chilena María Rodríguez y la aspirante chilena
María Briceño.
La Madre Piai, encontrándose en Turín en 1922, dejó
como testimonio esta magnífica página:
“Cuando me di cuenta que tenía delante
de mí una criatura tan excepcional, y me di cuenta inmediatamente,
tuve como un sentimiento de temor y me pregunté si tal vez
no podría arruinar la obra del Señor en ella.
Por eso, la confié particularmente a don Crestanello, el
cual, más que yo, debe haber intuido inmediatamente el tesoro
de esa alma angelical, pues no se limitó a admirar su belleza,
sino que durante cuatro años la cultivó con sabiduría
sacerdotal y salesiana paternidad. No es ciertamente uno de los
menores méritos del devotísimo don Crestanello este
de haber sabido entrar tan perfectamente en los designios de Dios
en relación a la elegidísima Laura; es más,
creo que éste es uno de sus mayores méritos. Y pienso
que el tiempo sabrá darme razón.” (5)
El primer año de colegio transcurrió tranquilo.
Laura fue incorporada al curso de las niñas mayores. Eran
treinta y tres alumnas: catorce internas, a cargo de la hermana
Rosa Azócar, y diecinueve externas, bajo la dirección
de la hermana Luisa Grassi.
Las alumnas eran “muchachas que empuñaban con más
facilidad las riendas del caballo que la pluma o la aguja”.
(5)
El Padre Crestanello nació en Pressana (Verona) en 1862.
Profesó en 1891 en la Congegación Salesiana, y fue
inmediatamente enviado a las misiones patagónicas. Fue ordenado
en Viedma por Mons. Cagliero en 1895. Estuvo en Junín de
los Andes desde antes de la llegada de Laura hasta 1915. Murió
en Comodoro Rivadavia (Argentina) el 25 de julio de 1925 en fama
de santidad. La Madre Piai dejó Junín de los Andes
en 1908.
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