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La
historia de Laura Vicuña y su reciente beatificación
tiene importantes consecuencias pastorales.
En efecto, si la Iglesia declara que también los niños
pueden alcanzar la santidad, eso significa que los sacerdotes, directores
espirituales y confesores, y los maestros y catequistas, religiosos
y laicos, deben poner extremo cuidado e interés en su trabajo
con los niños.
“El niño es capaz de comprender y desear el bien,
incluso antes que lo pueda entender racionalmente”.
En este sentido, se produce un fuerte influjo del ambiente en que
se encuentra incorporado, y de los valores que allí se viven,
en particular el ejemplo de las personas mayores que lo rodean.
“La posibilidad que tiene un niño de ser libre
y armonizado depende en grado importante de factores externos, como
el amor y la libertad de las personas que lo rodean… Si el
niño tiene un modelo y un bien justamente propuesto, puede
responder incluso heroicamente”.
Conviene observar a este respecto el ambiente que acogió
a Laura Vicuña en el colegio “Maria Auxiliadora”
de Junín de los Andes.
Las misiones salesianas vivían en esos decenios la época
de oro de los orígenes (9),
y las primeras Hijas de María Auxiliadora venían a
Junín de los Andes impulsadas por un inmenso ardor, que logró
crear un clima de santidad.
Es elocuente la descripción de su nuevo campo de trabajo
que hace la hermana Rosa Azócar:
“Comencé a considerarme en aquella soledad como
en un paraíso terrenal, por la paz y tranquilidad de que
se gozaba…
Las ayudas espirituales eran más abundantes que en los Institutos
de Chile. Teníamos la Santa Misa todos los días, a
menudo la Bendición, y toda facilidad para acercarnos a los
Sacramentos…
No faltaba nada de cuanto puede desear una religiosa para hacerse
santa…
Formadas en la escuela de Monseñor Costamanga (10),
estábamos llenas de fervor; y Laura parecía, entre
las alumnas, como nacida a propósito para seguirnos en los
entusiasmos juveniles de la vida de piedad.
No había peligro que dejara caer en el vacío una sola
palabra o recomendación salida de nuestros labios, especialmente
si era de tipo religioso…”
Una segunda consideración se refiere a la importancia de
la escuela católica como sistema educativo formativo.
En efecto, en ella no sólo los estudios, sino toda actividad,
todo su personal y el ambiente mismo que en ella se respira, están
dedicados a formar en los alumnos los valores cristianos.
Una buena escuela católica debería producir frutos
tan excelentes como Laura Vicuña o también como Teresa
de los Andes.
Por último, la consideración de la vida de Laura Vicuña
pone en evidencia la enorme repercución que tiene en un niño
la conducta de sus padres, y la inmensa responsabilidad educativa
que a ellos asiste.
Laura Vicuña constituye, además, un modelo de amor
filial llevado hasta el heroísmo, hasta el sacrificio de
la vida.
Ya en 1931, el Siervo de Dios Felipe Rinaldo, Rector Mayor de los
Salesianos, decía :
“Yo daría hoy a Laura Vicuña dos
palmas: la de la pureza, y la del amor filial”.
Pero en realidad su heroico sacrificio para obtener a su madre la
gracia de la conversión no debilita, sino que confiere toda
su fuerza a la expresión de San Pablo: “No corresponde
a los hijos atesorar para los padres, sino a los padres atesorar
para los hijos” (2 Co 12, 14).
Constituye una profunda alegría que haya tocado a una niña
chilena el honor de comenzar a hacer realidad, como Confesora
de la Fe, la magnífica profecía formulada
por el Papa San Pío X, previendo los abundantes frutos de
santidad que tendría para la Iglesia la concesión
de la Primera Comunión a los niños.
Lo recuerda el Papa Pío XII, hablando a los asesores de la
Acción Católica Infantil : “Nuestro Santo
predecesor, San Pío X, cuando abrió a los niños
los Tabernáculos Eucarísticos, exclamó:
“¡Habrá santos entre los niños!”
(30 de diciembre de 1953).
(9)
Las Primeras misiones de las Hijas de María Auxiliadora partieron
al cono sur de América en noviembre de 1877.
(10) Mons. Costamanga fue uno de los más
fieles intérpretes del espíritu salesiano en América
del Sur.
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