SU
HISTORIA |
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Decisión
de ser Religiosa |
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Decisión
de ser Religiosa
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El
año 1902 comenzó el 1° de marzo con los preparativos
para la misión que había de predicar en Junín
Monseñor Cagliero, el Vicario Apostólico
de la Patagonia Norte.
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Monseñor
Cagliero |
La
misión comenzó el 25 de marzo, Miércoles de
Ceniza de ese año. Doña Mercedes vino algunos días
a la misión, pues debía asistir a la Confirmación
de sus dos hijas, administrada por Monseñor Cagliero el 29
de marzo de 1902.
Pero ni siquiera esta vez se acercó a los Sacramentos, a
pesar de que los misioneros registran este resultado: “La
conquista más importante
y el más vistoso prodigio de la Gracia durante la misión
fue… el gran número de matrimonios que se pudieron
bendecir y legitimar”.
Laura había vuelto a la escuela, aceptada gratuitamente durante
5 años. En su corazón, había concebido el propósito
de quedarse con las hermanas para siempre, y pidió
a la Directora la gracia de ser admitida como aspirante a Hija de
María Auxiliadora, recibiendo
la esclavina.
Pero debió sufrir el dolor de ser rechazada. Había
confiado su pena a Francisca Mendoza, que más tarde declaraba:
“Me dijo que quería
entrar en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora
y profesar, pero que tenía la gran pena de no poderlo hacer,
porque no tenía los documentos; y me decía que la
ayudara rezando por ella”.
La convivencia de doña Mercedes con Manuel Mora había
suscitado dudas respecto de la legitimidad del nacimiento de Laura,
y las Constituciones de las Hijas de María Auxiliadora eran
entonces estrictas en esa materia.
Como se ha visto, muchos años más tarde – solo
en 1943 – se logró ubicar su fe de Bautismo, disipándose
esta duda.
Laura no se desalentó y, preparada por su Confesor,
emitió los votos privados, tal vez en mayo de 1902,
poco después de la partida de Monseñor Cagliero, que
tuvo lugar el 8 de abril, antes de la época de las lluvias.
Así lo refiere el mismo Padre Crestanello: “Trató
de hacerse instruir por su director espiritual acerca de los votos
religiosos, pues si no podía consagrarse a Jesús con
la profesión religiosa, quería por lo menos observarlos
en privado en el mejor modo posible”.
Este año, perteneciendo a los cursos más avanzados,
Laura ayudaba a las menores a vestirse, peinarse, hacer la cama
y conservarse limpias y alegres. Prestando estos servicios, saldaba
la deuda de gratitud con el colegio, que la tenía como alumna
gratuita.
Francisca Mendoza asegura: “Con las pequeñas se
comportaba como una madre”. Y una antigua compañera
agrega: “En dos años que estuve con ella, no la vi
jamás dar señales de mala voluntad o repugnancia,
como suele ocurrir a quienes prestan servicios”.
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