SU HISTORIA
   
Dios acepta su oferta
 
Dios acepta su oferta

A pesar de ser de constitución delicada, la salud de Laura era buena, y concluyó ese año 1902 con excelentes resultados en sus estudios, y sin que se registraran enfermedades.
Esas vacaciones – enero y febrero de 1903 – gracias a los paseos emprendidos con las hermanas y al contacto con el sol y el aire puro de la Cordillera, se fortificó aún más el físico de la muchacha, que pronto cumpliría doce años.
Todavía parece dar muestras de buena salud durante la Novena de preparación a la fiesta de María Auxiliadora.
Para ese 24 de mayo de 1903, las hermanas habían ensayado una escenificación de la gloria de la Virgen en el Cielo, en que todas las niñas, vestidas de ángeles, formaban una corona en torno a la imagen de la Virgen, en medio del escenario.
Llegado el momento de representar la escena, a Laura tocó la ubicación al lado de la Virgen.
“Cuando cayó el telón – declara la hermana Azócar – Laura me dijo que en ese momento, mientras tenía tomado la mano de la Virgen, había renovado la oferta de su vida por la conversión de su mamá”.

Poco después, inexplicablemente, la salud de Laura comenzó a decaer velozmente, de manera que no pudo participar plenamente en los ejercicios espirituales de septiembre de 1903.
Sus mejillas redondas se volvían pálidas y demacradas.
El Padre Crestanello escribe: “Una terrible tisis, agravada por males rebeldes a toda cura, la estaba llevando al fin, lenta pero progresivamente, mientras ella, convencida de que Dios había aceptado su oferta, soportaba todo con edificante paciencia”.

Advertida doña Mercedes, quiso llevarla a Quilquihué, pensando que el reposo y el aire puro del campo le haría bien.
Laura quería morir en el colegio, pero ofreció también esto a Dios:
“¡Si Dios quiere también esto de mí, que se haga Su amable voluntad !”


Abandonó el colegio rumbo a la estancia el 15 de septiembre de 1903.
Pero permanecería allí sólo quince días.
El agravante del mal indujo a doña Mercedes a arrendar un pequeño ranchito de adobe en Junín, a pocos metros del colegio, pensando encontrar en el pueblo asistencia médica para su hija, en tanto que Julia Amanda era mandada interna al colegio.
Mientras pudo tenerse en pie, Laura asistía las tardes al Mes de María.
Su enfermedad fue ocasión de que todas sus compañeras y las hermanas la visitaran, y fueran testigos de su heroica paciencia, de sus mortificaciones y espíritu de sacrificio.